El meme de Krugman
Este señor es Paul Krugman, Premio Nobel de Economía en 2008 por sus trabajos sobre el comercio internacional y localización industrial. La elección de esta imagen no es casual. La he escogido porque es bastante común encontrársela de forma burlesca en redes sociales cada vez que Krugman realiza un análisis o una predicción que va ligeramente en contra del pensamiento libertario-conservador. Si uno se pone a pensar un poco en la frase, se encontrará sin duda en el bando de sus críticos: ¿Cómo pudo alguien tan reputado decir que el impacto del internet en la economía iba a ser más o menos comparable al del fax? ¿Acaso no salvó la existencia de internet a la economía capitalista durante la fase más dura de la pandemia por COVID?
Dejando de lado lo falaz que resulta criticar una predicción tan vaga desde la situación actual [1], lo cierto es que el debate sobre el impacto en la economía del internet es muchísimo más profundo de lo que aparenta a simple vista. Empleemos, primero, una perspectiva más ortodoxa acerca de la economía. Las posiciones más ortodoxas suelen estar obsesionadas con los resultados económicos, concretamente con la productividad y el crecimiento. Por lo tanto, una buena política económica es aquella que aumenta la productividad, posibilitando el crecimiento económico positivo a largo plazo [2]. ¿Qué nos dicen, entonces, los datos?
En los últimos años se ha producido un desplazamiento en la composición de las rentas nacionales en todos los países occidentales, por el cual las rentas del capital han crecido en detrimento de las rentas del trabajo [3]. Esto se debe, principalmente, a que la tecnología actual requiere de grandes inversiones de capital debido, entre otras cosas, a la creciente velocidad por la cual cada innovación se queda obsoleta [4]. Esto provoca un aumento de la desigualdad, dado que el capital está obviamente mucho más concentrado que el trabajo.
Esta dinámica explicaría el divorcio entre la productividad y el salario real producido en las últimas cinco décadas, reconocida hasta por los mayores apologistas de este sistema. Este aumento de la productividad, sin embargo, tiene dos caras. Como argumenta Robert Gordon en un influyente estudio [5], las tasas de productividad en la economía estadounidense han ido decreciendo a lo largo de las últimas décadas, coincidentes con la llamada revolución de las telecomunicaciones. Es decir, la productividad crece, pero cada vez a menor ritmo. Según este autor, las innovaciones introducidas en estas décadas (incluyendo el internet) están asociadas a una productividad menor que las introducidas en la segunda revolución industrial y, además, han agotado su vida útil mucho más rápido. Si seguimos los planteamientos de la economía ortodoxa, esto significa que eventualmente (y más pronto que tarde) el crecimiento económico debería acercarse a cero. Gordon dice que la aparición del internet no es una revolución en sí misma que aún continua, sino la culminación de un proceso iniciado en los 60 que llegó a su agotamiento con el hundimiento de la burbuja dotcom y la crisis de 2008.
Siguiendo esta interpretación, Krugman tendría razón, y el impacto del internet no sería tan relevante para la economía. Sin embargo, ¿es justo medir el impacto en la economía del internet solo en términos de productividad y crecimiento económico? Es innegable que una sociedad que emplea internet en su día a día es distinta en muchos ámbitos a la que empleaba el fax. Pero resulta engañoso atribuir estos cambios solo al internet. Como indica Marx en El Capital, la tecnología “nos descubre la actitud del hombre ante la naturaleza, el proceso directo de producción de su vida. y. por tanto, de las condiciones de su vida social y de las ideas y representaciones espirituales que de ellas se derivan.” [6] Esto no quiere decir que adoptar nuevas tecnologías lleve a la sociedad a cambiar su relación con la naturaleza, sus procesos de producción, las relaciones que se dan en ella y, finalmente, sus ideas. En su lugar, se produce una relación de interdependencia (que no de causalidad) entre todos estos procesos, por el cual todos se influencian mutuamente y evolucionan correspondientemente [7].
Si interpretamos la tecnología como una primera causa de cambios sociales y económicos, estamos alineándonos con la perspectiva económica ortodoxa, que considera la tecnología como una fuerza externa al modo de producción capitalista. Según esta perspectiva, la tecnología se actualiza de manera frecuente para dar un nuevo impulso al crecimiento económico. Dado que la adopción de nuevas tecnologías suele estar asociada a la obtención de grandes beneficios empresariales, se produce una identificación del capitalista con la nueva tecnología empleada en su empresa, colocando todo el mérito de la innovación en sus hombros [8]. Así, no es de extrañar que surja toda una literatura de culto al empresario que sobrevalora sus méritos y le convierte en el emprendedor, en el cerebro detrás del desarrollo capitalista [9]. En última instancia, esto explica el mesianismo con el que se trata a Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y todos los grandes empresarios de la economía digital.
Por otro lado, si retomamos la perspectiva empleada por Marx, podemos considerar el progreso tecnológico como un proceso social en el que las grandes mentes son pocas y su influencia es muy limitada. Resulta mucho más convincente concebir el desarrollo tecnológico como un proceso social que no precede necesariamente a otros (como, por ejemplo, las relaciones sociales o del hombre con la naturaleza) ni los sigue, sino que se interrelaciona con estos procesos de manera compleja. Siguiendo esta lógica, no podemos decir que existía una sociedad que cambió radicalmente con la introducción de internet, sino que esta misma sociedad evolucionó a la vez que se introducían avances en las tecnologías de las telecomunicaciones. Como resultado, sí podemos decir que las relaciones sociales y económicas son hoy distintas a la existentes antes de la adopción de internet, pese a que esta adopción no ha producido el gran boom en términos de resultados económicos que muchos desearían.
En conclusión, no podemos apoyar a aquellos que critican a Krugman por cuestionar el impacto económico de internet, pero tampoco podemos poner la mano en el fuego por él. El problema es de base: tanto Krugman como los que reproducen su meme para reírse de él parten de la misma concepción de la tecnología como causa primera del desarrollo social. Frente al Krugman que separa economía y desarrollo tecnológico, quiero reivindicar al Marx que, dándose cuenta de su inseparabilidad, escribe [10]:
Una historia crítica de la tecnología demostraría seguramente que pocas invenciones del siglo XVIII fueron obra personal de un individuo. Hasta hoy, esta historia no existe. Darwin ha orientado el interés hacía la historia de la tecnología natural, es decir, hacia la formación de los órganos vegetales y animales como instrumentos de producción para la vida de los animales y las plantas... ¿Es que la historia de la creación de los órganos productivos del hombre social, que son la base material de toda organización específica de la sociedad, no merece el mismo interés?
[1] Es importante señalar, como indica este artículo, que la frase se produce en el contexto de un artículo de tono informal en el que se les pedía a varios académicos describir como sería el mundo dentro de un siglo. Véase la explicación que el propio Krugman da de la frase.
[2] El modelo Solow-Swan recoge esta relación en su versión más sencilla. Este modelo es el estándar neoclásico para el estudio del crecimiento económico. Véase: Solow, Robert (1956), A Contribution to the Theory of Economic Growth, The Quarterly Journal of Economics 70(1), pp. 65-94.
[3] Piketty, Thomas (2015) El Capital en el Siglo XXI, pp. 264-311, Ediciones RBA S.A., Barcelona.
[4] Piketty, Thomas (2015) El Capital en el Siglo XXI, p. 297, Ediciones RBA S.A., Barcelona.
[5] Gordon, Robert (2012) Is U.S. Economic Growth Over? Faltering Innovation Confronts the Six Headwinds, NBER Working Paper 18315 http://www.nber.org/papers/w18315
[6] Marx, Karl (2013) Capital, p. 257, nota 4, Wordsworth Editions Limited.
[7] Harvey, David (2018) A Companion to Marx’s Capital, pp. 191-214, Verso.
[8] Marx, Karl (2013) Capital, pp. 291-292, Wordsworth Editions Limited.
[9] Schumpeter, Joseph A. (2008) Capitalism, Socialism and Democracy, pp. 131-134, Harper Perennial Modern Thought.
[10] Marx, Karl (2013) Capital, p. 257, nota 4, Wordsworth Editions Limited.